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domingo, 7 de octubre de 2012

Complacencia femenina

Estaba acostumbrada a masturbarse por la noche, después de haber pasado la tarde con él. Con la molesta presencia de sus padres al otro lado de la habitación, siempre presentes, solo le quedaba la soledad de la madrugada para disfrutar de su cuerpo mientras pensaba en él. En esos momentos, se acurrucaba bajo las sábanas, y saboreaba la humedad de sus muslos con sus dedos voluntariosos y firmes. La temperatura de su cuerpo acrecentaba hasta límites insospechados y el vapor egresaba de su boca en forma de gemidos ardientes. Sus dedos se ahogaban en la pequeñez dilatada de un secreto que nadie había descubierto todavía, mientras su mente divagaba entre cuerpos sudorosos fundidos en un abrazo.

Una vez, incluso, había tonteado con un juguete vibrador, cortesía de su mejor amiga. Sin embargo, sus expectativas se acabaron pronto, cuando descubrió que carecía de la flexibilidad de sus dedos y de la suavidad de sus yemas. Comprendió que una máquina difícilmente podría reemplazar el sentido y la sensibilidad de un ser humano.


Varios meses después, perdió la virginidad con su novio. Fue como abrir una caja de bombones sin ningún dulce de chocolate. No obstante, en las siguientes ocasiones, saboreó chocolatinas de todos los sabores y texturas.

Aún así, siguió masturbándose por las noches, porque ninguno de sus novios supo nunca como complacerla de verdad. Y lo peor, es que ninguno se molestó en preguntarla.

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