Una vez, incluso, había tonteado con un juguete vibrador, cortesía de su mejor amiga. Sin embargo, sus expectativas se acabaron pronto, cuando descubrió que carecía de la flexibilidad de sus dedos y de la suavidad de sus yemas. Comprendió que una máquina difícilmente podría reemplazar el sentido y la sensibilidad de un ser humano.
Varios meses después, perdió la virginidad con su novio. Fue como abrir una caja de bombones sin ningún dulce de chocolate. No obstante, en las siguientes ocasiones, saboreó chocolatinas de todos los sabores y texturas.
Aún así, siguió masturbándose por las noches, porque ninguno de sus novios supo nunca como complacerla de verdad. Y lo peor, es que ninguno se molestó en preguntarla.
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