En un susurro tan silencioso
como los céfiros del ancho mar
oí a tus voces dulce rimar
un dulce cántico, tema amoroso.
Pensé que un sueño, un dulce engaño,
con una exótica imitación,
burlado había mi corazón
para con lágrimas hacerme daño.
Mas cuanta dicha sentí aquel día
cuando los párpados de par abrí
y de tus ojos la luz yo vi,
rayos del éxtasis y de alegría.
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